Rodaron todos los pronósticos, se cayeron las encuestas, se equivocaron los más encopetados analistas. Ni el Presidente Santos, ni los jefes de las Farc, no se diga la comunidad internacional y hasta el grueso de los colombianos, se imaginaron un resultado que lucía tan inevitable, que 17 jefes de estado fueron a Cartagena para a celebrar la decisión popular en una triunfalista ceremonia, por adelantado, que a la postre no sirvió de mucho.
El mito sobre el cual se plantearon unas cifras electorales que ahora lucen fantasmales es que la inmensa mayoría de los colombianos quiere la paz, cosa que es muy cierta, solo que ese anhelo pasa, de acuerdo con el 50% de los votantes, por hacer justicia. En otras palabras, esa mayoría mínima, a menudo acusada injustamente de guerrerista, estima que los jefes de las Farc no pueden ni deben pasar lisos a la hora de establecer las responsabilidades por decenas de miles de crímenes cometidos a lo largo de 52 años de guerra. Entonces, paz sí, pero paz con justicia y aquí aparece el primer obstáculo a la tentativa de diálogo nacional, para renegociar los acuerdos que se compromete a establecer el Presidente Santos.
Más allá de la declaración del jefe guerrillero Timochenko, quien manifestó la disposición de mantener las negociaciones de paz y el cese al fuego, cabe preguntarse si las Farc van a permitir que los miembros de su dirección político-militar acepten ser sometidos a unos juicios en los cuales, seguramente, aparecerán como culpables con las consiguientes sentencias condenatorias.
Claro, a estas alturas resulta casi imposible la vuelta atrás de una guerrilla que se sometió a los acuerdos de paz convencida de que la guerra era inútil y que sus actividades, ligadas al narcotráfico, también se harían inviables en la continuación de una guerra de la cual resultarían completamente derrotados. Pero es obvio que en una restructuración de los acuerdos las grandes perjudicadas serían las Farc y para ser más exactos la cúpula del movimiento
De allí la posición indeclinable de un Álvaro Uribe, el ganador de la jornada, quien ahora recupera parte del poder perdido y debe jugar un papel protagónico (como lo hizo desde la presidencia para la derrota de las Farc) en la renegociación de los acuerdos en la cual participarán, según lo anunció el Presidente Santos, todos los factores políticos y sociales que hasta ayer fueron excluidas de la toma de decisiones. Y ese es uno de los efectos saludables del evento electoral: unifica a los representantes de las fuerzas democráticas y por tanto cierra la brecha de un país perfectamente dividido como lo revelaron los resultados del domingo.
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Roberto Giusti

Roberto Giusti es un periodista venezolano que siempre ha perseguido el conflicto. Muy joven empezó su carrera como reportero de sucesos en Radio Caracas Radio. En búsqueda de historias se fue a Mérida,...

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