Chávez y Maduro
Chávez y Maduro

Históricamente los regímenes del denominado socialismo real tuvieron a su disposición, en medio de sus infaltables carencias y penurias materiales, no se diga en el plano espiritual, argumentos con “pruebas” prefabricadas que demostraban todo lo contrario de lo que indicaba la realidad en temas fundamentales como la salud, la educación o los deportes.
Así, a contracorriente de la situación que sufrían las grandes mayorías en la Cuba de los Castro, el aparato propagandístico pregonaba el éxito de la revolución creando islas de excelencia que le permitía mostrar al mundo capitalista el éxito del socialismo a la hora de asegurar el bienestar del hombre nuevo.
Esa estratagema funciona, por ejemplo, con el Hospital de los Hermanos Ameijeiras, en La Habana, un modelo de eficiencia, despliegue de alta tecnología y desarrollo de las técnicas más avanzadas en el tratamiento de todo tipo de enfermedades. Con sus 16 pisos, teléfonos en las habitaciones, antena satelital y aire acondicionado, el Ameijeiras ofrece asistencia en 43 especialidades con 200 médicos residentes y la formación de miles de profesionales de la medicina.
El problema es que este modelo médico-asistencial termina siendo la excepción que confirma la regla, pues el sistema de salud cubano presenta todas las limitaciones y carencias de los países subdesarrollados y su atraso o pésima atención no tiene nada que ver con la excelencia del Ameijeiras. De manera que el modélico centro asistencial queda reservado para la dirigencia del Partido Comunista y los pacientes extranjeros que pagan en dólares.

la mirada de Fidel Castro fumando
La mirada de Fidel Castro fumando
Leonid Brézhnev
Leonid Brézhnev

Los Pueblos Potemkin
Pero el recurso de presentar como real lo que apenas resulta un fraude no lo inventaron los hermanos Castro y ni siquiera los comisarios todopoderosos del imperio soviético, aunque estos últimos copiaron, con mejoras sustanciales, lo que según la leyenda, se denominó los Pueblos Potemkin.
El honor de crear poblaciones de utilería que aparecían y desaparecían en las estepas rusas al paso de la zarina Katerina La Grande, le corresponde al favorito de la emperatriz (y según las malas lenguas su amante) el príncipe Grigory Potemkin, quien engañó a la soberana sobre el nivel de vida de sus súbditos, cuando delante de las pobrísimas chozas donde mal vivían y morían, superponía pulcras y falsas casitas de colores.
La receta cubana
Pues bien, la dictadura cubana, siguiendo los pasos de la receta soviética, no ya para embaucar a un monarca descuidado sino a todo un pueblo, llevaron la ilusión, a los deportes, cuyos triunfos no representaban a una población satisfecha y con sus necesidades cubiertas, sino todo lo contrario, sometidas a la tarjeta de racionamiento y al hambre nunca saciada.
En la educación, (se ensalza los niveles mínimos de analfabetismo) llegaron más lejos porque detrás de la ilusión de una concienzuda formación de niños y jóvenes se esconden la ideologización, el pensamiento único, la censura y la obediencia extrema al diktat de los camaradas jefes de Comités de Defensa de la Revolución.
De manera que un gobierno que inscriba su pertenencia al mal llamado “socialismo real” no merece esa denominación si no cuenta con las fábricas de ilusiones establecidas como sucedáneo de una realidad inalcanzable. Pero claro, la simulación es una mercancía de tan difícil elaboración que exige unos niveles mínimos de disciplina, eficiencia, organización y claridad de objetivos, atributos que no asisten a los indisciplinados, chambones y desorganizados hijos de Chávez. De allí que a diferencia de sus aliados internacionales, resulten incapaces, no ya para hacer obra de gobierno, sino para el despreciable ejercicio de engañar al prójimo. De allí la abismal diferencia entre un Fidel Castro, insigne vendedor de pomadas o de su último y aventajado discípulo, Hugo Chávez, cuyas fantasías hacían las delicias de embelesadas audiencias que pedían más y esa calamidad balbuceante de Nicolás, incapaz de meter una sola mentira que convenza a la gente.

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Roberto Giusti

Roberto Giusti es un periodista venezolano que siempre ha perseguido el conflicto. Muy joven empezó su carrera como reportero de sucesos en Radio Caracas Radio. En búsqueda de historias se fue a Mérida,...

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