Si el estoicismo con el que los venezolanos están confrontando la más terrible crisis nunca antes vivida por el país constituye una virtud o, en su defecto, una impostura, resulta un enigma que solo podrá despejar el tiempo, en este caso con una fecha concreta ya señalada: el 1 de septiembre.
Ese día sabremos si estamos ante un ejemplo de sabiduría popular fundamentada en la espera de un cambio que opere por la vía democrática y civilizada del referéndum revocatorio o si por el contrario la larga paciencia demostrada, cada día, en las colas interminables para remediar malamente el hambre, obedece al temor de desatar una espiral de violencia imparable que repita la tragedia del 27 de febrero de 1989. Aunque también podríamos aventurar una combinación de escenarios porque al final ambos terminan complementándose, uno desprendiéndose del otro, en un juego donde privan el sentido común, la prudencia y el instinto de conservación.
Estaría claro, entonces, que la estrategia desarrollada por la dirigencia de oposición, agrupada en la MUD, ha calado hondo en densos sectores de la sociedad que captaron el mensaje implícito en la convocatoria: la única alternativa civilizada para lograr el cambio que reclama el país es el referéndum revocatorio. Valga decir, la salida pacífica está garantizada por el voto popular, factor básico de toda democracia que además garantiza un triunfo arrollador en las circunstancias actuales. De manera que los venezolanos tienen conciencia de todo esto y saben, por experiencias aún recientes (citemos solo el 4 de febrero de 1992) que se caería en la peor de las contradicciones si se recurre a un golpe de Estado para “salvar” a la democracia, tal y como lo denuncia, sin pruebas, Nicolás Maduro. Así, el hombre que antes participó en una intentona golpista real, advierte ahora sobre una conspiración que solo existe en su mente. El golpe, claro, vendrá, pero será de votos.
El problema está en que el chavismo solo quiere votaciones cuando está en capacidad de ganarlas, cosa que dejó de ocurrir hace ya tiempo y ahora que estamos sufriendo todos los males imaginables, como producto de su política de destrucción nacional y el talante de la gente se ha modificado radicalmente, sabotea el juego democrático y apuesta a la amenaza con el uso de la fuerza en su intento por quedarse en el poder.
Llegados así al punto del dilema primitivo por excelencia (la exhibición del poder de fuego como factor disuasorio) solo queda la movilización de la inmensa mayoría del país en una demostración masiva, contundente y pacífica que venza los temores, rompa con la pasividad, haga cumplir el mandato popular, convenza a los detentadores de la fuerza indicándoles por dónde van los tiros, (en este caso a manera de metáfora) en un país que se propone marchar hacia adelante, dejar atrás un periodo ignominioso de su historia y volver a la vida luego de dos décadas de oscurantismo.
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Roberto Giusti

Roberto Giusti es un periodista venezolano que siempre ha perseguido el conflicto. Muy joven empezó su carrera como reportero de sucesos en Radio Caracas Radio. En búsqueda de historias se fue a Mérida,...

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