Estados de excepción, movilizaciones militares, tomas de empresas paralizadas y la monserga ya rancia sobre la guerra económica o un Golpe de Estado en progreso, constituyen apenas recursos retóricos que no pueden torcer, a estas alturas, una tendencia que ya resulta imparable. El otrora gobierno superpoderoso en lo económico (la chequera presta y nadando en la abundancia), con una amplia base de apoyo popular y el control absoluto del resto de los poderes, se encuentra ahora en plena ruina material y moral, (la botija está vacía) sumido en la corrupción, rechazado por las grandes mayorías (a punto de un estallido social) y despojado de su dominio total ante una Asamblea Nacional declarada en rebeldía democrática y un CNE y un TSJ deslegitimados.
¿Qué le queda, entonces, a Nicolás Maduro como base de sustentación de un gobierno debilitado y huérfano que hace agua en todos los frentes? A juzgar por las apariencias solo contaría con el respaldo de una minoría mínima del chavismo radical (incluidos los grupos paramilitares o delincuenciales) y el poder de fuego, la represión pura y dura, que ha venido aplicando en los últimos días en contra de las movilizaciones y manifestaciones convocadas por la oposición en cada una de las capitales de Estado del país.
Sin embargo, ha sido el propio Maduro quien denunciara la existencia de una conspiración nacional e internacional para derrocarlo a través de un Golpe de Estado. Y es en este punto donde uno se detiene para considerar la gravedad de la afirmación porque ¿quiénes serían los únicos en capacidad de intentar tal desaguisado que no sean los militares? ¿Existe, acaso, un facción de oficiales que no comulga con la adhesión incondicional de los altos mandos al gobierno de Maduro y pretenden alzarse en armas? Y si eso resultara cierto, ¿quiénes son?, ¿por qué no han sido detenidos?
La única respuesta posible es que en realidad no existe ninguna conspiración, aunque el malestar creciente y la indignación de tropas y oficiales sea el mismo, aunque en sordina, que manifiesta abiertamente el resto de la población. De allí que hablemos de una tendencia irreversible pero pacífica porque si algo está claro, en este momento, es que tanto civiles como militares rechazan el atajo de la violencia y el madrugonazo para recomponer el país, así como ocurrió en Argentina y Brasil, donde el cambio político transitó por vías democráticas de distinta naturaleza. Pues bien, en Venezuela está pasando lo mismo, a su manera, porque la salida de Maduro tiene nombre y apellido: Referéndum Revocatorio.

Nicolas Maduro comiendo uno de su especie
By Kdekristian, CC BY-SA 4.0, Link
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Roberto Giusti

Roberto Giusti es un periodista venezolano que siempre ha perseguido el conflicto. Muy joven empezó su carrera como reportero de sucesos en Radio Caracas Radio. En búsqueda de historias se fue a Mérida,...

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