Donald Trump dando un discurso para su campaña en el 2015
Donald Trump en campaña 2015
El estallido de violencia ocurrido la semana pasada en la campaña electoral de Estados Unidos está confirmando los peores temores sobre el avance de Donald Trump en su objetivo de convertirse en el candidato presidencial de un partido, el Republicano, cuya dirigencia lo rechaza, aunque sin la fuerza suficiente para impedirlo. El magnate de los casinos y los bienes raíces suma apoyos que se sitúan más allá de los adherentes tradicionales de la organización política, en una demostración de que lo que está en cuestión es algo más profundo que la simpatía por un personaje más o menos estridente del mundo del espectáculo televisivo.
Con un reduccionismo que apela a los preceptos básicos de la demagogia, como afirmar que «todos los musulmanes nos odian» o los inmigrantes mexicanos son, en su totalidad, asesinos y narcotraficantes, Trump toca las teclas más débiles del sistema bipartidista norteamericano, poniendo en entredicho uno de los modelos democráticos más sólidos del mundo que, pese a sus avances notables para ponerse a tono con las nuevas realidades, cae bajo el influjo de las soluciones simplistas. En esa dirección las propuestas de Trump, generalmente enunciadas, mas no pormenorizadas, violentan valores irrenunciables de los republicanos e incluso de los mismos demócratas, con propuestas como establecer barreras arancelarias a las importaciones procedentes de China y México, manifestan su inocultable simpatía por Vladimir Putin, sustituir «el desastre del Obamacare» por un sistema de salud cuyo funcionamiento no termina de explicar o avalar la tortura como método en los interrogatorios a presuntos terroristas.
Pero lo que más preocupa a las minorías, a la inmigración toda y a sectores avanzados, incluso del mundo conservador, son las manifiestas posiciones xenofóbicas y racistas en un país que eligió un presidente negro y había superado etapas que las grandes mayorías parecían haber olvidado. A pesar de sus logros en materia económica, de enfrentar con notable éxito la crisis de los años 2008-2009 y de estarse despidiendo con un porcentaje de popularidad que llega casi al 50 por ciento, Obama no pudo impedir el crecimiento de la desigualdad y el empeoramiento de la calidad de vida, sobre todo de la clase media y en ese punto aparece el gran nicho vacío de rechazo creciente en el cual parece haberse instalado Trump con no poca holgura y una invulnerabilidad que, hasta el momento, sus adversarios no han podido penetrar.
Solo que los sectores sociales que sentían cómo se les estaba haciendo justicia después de tantos años de lucha y esfuerzos, sienten temor por una vuelta al pasado encarnada en Trump y eso genera la violencia de los últimos días. Un escenario que se adapta muy bien al estilo mandón de un Trump partidario del armamentismo en todas sus manifestaciones y ahora en presentación de víctima indefensa ante el ataque de radicales y, como él dice, de «matones» bajo las órdenes, acusa, del precandidato demócrata Bernie Sanders. En fin, un modelo que va más allá de lo ideológico para situarse en los terrenos del populismo autoritario, categoría en la cual los venezolanos gozamos de no poca experiencia.
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Roberto Giusti

Roberto Giusti es un periodista venezolano que siempre ha perseguido el conflicto. Muy joven empezó su carrera como reportero de sucesos en Radio Caracas Radio. En búsqueda de historias se fue a Mérida,...

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